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Hay momentos en nuestra vida donde muchas veces todo parece ir de maravilla; el sol resplandece e ilumina todo a nuestro alrededor y pareciera que nada podría jamás derribarnos. Pero de repente, todo se viene abajo. Las nubes traen la lluvia y convierten nuestro día soleado en un día oscuro y lluvioso. Y es en días como estos que los problemas que habían quedado atrás regresan y las dudas y temores nos hacen preguntarnos: “¿Esta realmente Dios conmigo? ¿Por qué no escucho su voz?”
La respuesta a la primera pregunta es un fuerte “Si!”. No solo esta Dios con nosotros sino que va delante de nosotros. En Juan 10:1-15 Jesús ensena que Él es el Buen Pastor que conoce sus ovejas y por ellas su vida da. Enfoquémonos en los versos 2 – 5:
Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán... porque no conocen la voz de los extraños. -v.2-5
Es interesante notar la profundidad de la relación que Jesús tiene con nosotros que somos sus ovejas. Primero, El viene y nos llama por nombre y nosotros escuchamos su voz. Vemos también que es El quien nos saca y va delante de nosotros. Finalmente, somos nosotros que lo seguimos al conocer su voz, y no seguimos al extraño pues no es la voz de nuestro pastor.
Veamos un poco más el contexto de la relación del pastor y sus ovejas en los tiempos de Jesús. En aquellos tiempos, los pastores viajaban largas distancias entre ciudades durante el día, y al caer la noche, dejaban a sus ovejas en rediles comunales donde las ovejas de todos los pastores dormían juntas. Al llegar la mañana, cada pastor se paraba a la puerta del redil para sacarlas.
La belleza estaba en que para sacarlas, el pastor llamaba cada una de sus ovejas por nombre. Ciertamente no podemos saber qué clase de nombre tenían las ovejitas en aquel entonces, pero si el pastor decía “Mariíta!”, era Mariíta que venía a él. Si él decía “Karlita!”, era Karlita que salía a la puerta. Si un pastor desconocido llamaba a Mariíta o Karlita, estas no venían, pues sabían que no era la voz de su pastor.
Así que la pregunta es: ¿Conocemos realmente nosotros la voz de nuestro pastor? Jesús nos conoce por nombre y nos llama a venir a Él. Nos llama a seguirlo y dejar que el guie nuestros pasos. Los problemas de cada día no los podemos evitar, pero, ¿somos capaces de reconocer su voz en medio de tantas voces y distracciones del día a día? Si tenemos una relación con El y buscamos cada día más conocerlo a través de su palabra, nos será aún más fácil reconocer su voz.
La meta de Jesús en nuestras vidas es que seamos como los 2 discípulos en camino a Emaús de Lucas 24:13-35. Jesús después de haber resucitado se acercó a ellos y durante el camino y les hablo de lo que decían de El las escrituras:
Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían... Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron… Y se decían el uno al otro: '¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?' - v.27,31-32
Cuando Jesús nos habla, sus palabras arden dentro de nuestro corazón y sabemos más allá de toda duda y temor que Él está con nosotros. Jamás nos sentiremos solos pues el buen pastor nos acompaña y guía en los momentos buenos y los aún mejores!